Historia del Interiorismo en Valencia

Desde las viviendas nobles del siglo XVIII hasta los espacios contemporáneos firmados por estudios de renombre, la Comunidad Valenciana ha sido escenario de una evolución constante en el arte de diseñar interiores. Este recorrido explora cómo han cambiado los espacios habitables, qué influencias han marcado su estilo y cómo hoy el interiorismo valenciano se ha consolidado como referente nacional e internacional.

Orígenes del interiorismo en la Comunidad Valenciana

Un recorrido por la historia y la cultura mediterránea a través del diseño de interiores

Hablar del interiorismo en Valencia es hablar de una historia profunda, rica en influencias culturales y con una identidad marcada por la luz, el color y la tradición artesanal. Los orígenes del diseño de interiores en Valencia no pueden entenderse sin tener en cuenta el legado islámico, la herencia mediterránea y la evolución arquitectónica que ha moldeado los espacios habitables desde la Edad Media hasta nuestros días.

Influencia de la tradición islámica y mediterránea

La decoración de interiores en Valencia comenzó a adquirir identidad propia durante la etapa andalusí (siglos VIII al XIII), cuando la región formaba parte de Al-Ándalus, una de las zonas más culturalmente avanzadas de Europa en ese momento. Las viviendas típicas de la época estaban profundamente influenciadas por la cultura islámica, tanto en su estructura como en su estética. Uno de los elementos más representativos era el patio interior, concebido como eje central de la casa, que regulaba la temperatura, aportaba luz natural y ofrecía un espacio íntimo de recogimiento.

Los interiores estaban diseñados para crear sensación de frescura y armonía, incorporando materiales naturales, elementos vegetales, jarrones con decoraciones geométricas o vegetales en colores vidriados: azul cobalto, verde, blanco, marrón o dorado, fuentes de agua, mosaicos de azulejos decorativos, celosías de madera (mashrabiya), y arcos lobulados, típicos del arte islámico. Esta disposición no solo respondía a la necesidad de adaptarse al calor mediterráneo, sino que también expresaba una filosofía de vida donde el confort, la privacidad y el contacto con la naturaleza eran esenciales.

Estos valores han dejado una huella perdurable en el interiorismo mediterráneo, que continúa inspirándose en los principios estéticos del legado andalusí. El uso de colores tierra, el blanco como base, el respeto por la ventilación cruzada, los textiles naturales y la integración de lo artesanal son hoy parte esencial de lo que entendemos por estilo mediterráneo.

El mosaico Nolla, símbolo del diseño decorativo valenciano del siglo XIX, no solo fue una innovación técnica, sino también una reinvención de la tradición. Sus patrones geométricos encuentran una clara inspiración en el arte andalusí, especialmente en la cerámica decorativa de época islámica y en la azulejería tradicional de Manises y Paterna. Esta fusión de pasado artesanal y modernidad industrial convirtió al mosaico Nolla en una joya del interiorismo valenciano, que aún hoy inspira a diseñadores por su belleza atemporal y sus raíces culturales profundas.

A esta influencia islámica se suma una tradición mediterránea más amplia, presente en culturas como la griega, la romana y la árabe, que valora la luminosidad, los espacios abiertos y el diálogo constante entre interior y exterior. En este contexto, los elementos como los suelos de barro cocido, las vigas de madera a la vista, las paredes encaladas y el mobiliario sencillo se han mantuvieron como referentes visuales y sensoriales a lo largo de los siglos.

Un ejemplo claro de la influencia islámica y mediterránea en el interiorismo en Valencia es el uso de azulejos decorativos. Durante el periodo de dominio árabe, se introdujeron técnicas cerámicas muy refinadas y un estilo decorativo basado en formas geométricas y colores vibrantes. Tras la reconquista y con la influencia del Renacimiento, la cerámica en Valencia evolucionó hacia diseños más figurativos y una mayor variedad de colores en su ornamentación.

Herencia del estilo mosaico andalusí, más tarde reinterpretada con mirada industrial y decorativa, la encontramos en el icónico mosaico Nolla, una pieza clave en la historia del interiorismo valenciano. Surgido en el siglo XIX y producido en Meliana por la fábrica de Miguel Nolla, este pavimento cerámico de gran dureza y precisión recogía el legado geométrico del arte andalusí y lo transformaba en composiciones modulares que adornaron suelos de casas burguesas y edificios modernistas. Este estilo seguiría viéndose reflejado siglos más tarde en la arquitectura a través de estos mosaicos de gres esmaltado, que convertían el suelo en una auténtica alfombra cerámica. Su presencia aún perdura en las viviendas de los barrios como El Cabanyal o Ruzafa, donde es posible encontrar piezas originales en vestíbulos, patios y salones que conservan viva la memoria visual de aquel esplendor artesanal.

Numerosos proyectos de interiorismo en Valencia actuales, tanto en residencias privadas como en espacios comerciales y clínicas, reinterpretan estos códigos estéticos. En zonas de Valencia como El Cabanyal, El Carmen o Ruzafa, los proyectos de interioirismo para la remodelación de viviendas clásicas procuran la conservación y restauración de estos elementos típicos valencianos, integrando la arquitectura tradicional con otras soluciones contemporáneas.

El papel de los artesanos: carpinteros, ceramistas y herreros como precursores del diseño de interiores

Uno de los grandes valores del interiorismo valenciano es su profunda raíz artesanal, heredada de siglos de tradición mediterránea y andalusí. Hoy, ese legado no solo se conserva: vuelve con fuerza en las tendencias actuales, reivindicando lo natural, lo hecho a mano y lo local.

Los carpinteros tradicionales tallaban con maestría vigas vistas, techos artesonados, puertas monumentales o mobiliario robusto, adaptado al clima, a la luz y a los materiales autóctonos. En el centro de Valencia aún pueden verse portones originales del siglo XVIII con clavos y herrajes forjados, o techumbres de madera que sobreviven en palacetes como el de Benicarló (actual sede de Les Corts) o casas nobles del barrio del Carmen.

La forja valenciana es otro de los pilares decorativos heredados de la época andalusí y gótica. Rejas, balcones, barandillas y celosías no solo cumplían una función estructural o defensiva, sino que se diseñaban con un altísimo valor estético. Incluso elementos pequeños como aldabas, pomos o lámparas de hierro labrado formaban parte del imaginario decorativo. Hoy, la forja artística sigue presente en proyectos contemporáneos donde se funde con cristal o madera en cerramientos, escaleras y lámparas suspendidas.

También el mimbre, el esparto y la caña —materiales humildes pero nobles— se utilizaban tradicionalmente para fabricar sillas, cestos, cabeceros o biombos. Estas fibras naturales, que en su momento eran funcionales, hoy se revalorizan como tendencia eco-chic y vuelven a protagonizar ambientes actuales, tanto en el interiorismo rural como en espacios urbanos de estilo mediterráneo contemporáneo.

ornamentacion clasica

La alfarería valenciana también conserva su protagonismo. Jarrones, cántaros, vajillas o tinajas de barro cocido formaban parte de la decoración cotidiana en casas tradicionales. Hoy en día, piezas de cerámica vidriada o en crudo, con acabados naturales y formas imperfectas, se integran en interiores actuales como elementos decorativos atemporales. Firmas contemporáneas y estudios de interiorismo como L.Y. Estudio recurren a talleres artesanales locales para incorporar este tipo de piezas con alma y textura, aportando autenticidad al conjunto.

Esta alianza entre pasado y presente demuestra que el interiorismo valenciano no reniega de sus orígenes: los honra, los transforma y los pone en valor, adaptando los oficios tradicionales a un lenguaje contemporáneo que habla de sostenibilidad, belleza y conexión con lo esencial.

Arquitectura gótica y barroca valenciana

El interiorismo en Valencia está profundamente marcado por la evolución arquitectónica que se dio entre los siglos XIV y XVIII, especialmente con el auge del estilo gótico valenciano y, más adelante, del barroco. Ambos movimientos no sólo transformaron la fisonomía urbana de la ciudad, sino que dejaron una huella indeleble en la manera de concebir y decorar los espacios interiores.

Durante el periodo gótico, Valencia vivió una etapa de gran esplendor económico y cultural, reflejada en edificios como la Lonja de la Seda, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su emblemática sala de contratación, con columnas helicoidales que simulan palmeras de piedra, techos de gran altura y una armonía casi mística en la proporción del espacio, es un referente del diseño de interiores monumental. Aunque concebida como edificio civil, su interior transmite una clara intencionalidad estética, basada en la verticalidad, la simetría y el simbolismo. 

Mesa de estilo barroco denominada "bureau". El bureau, ese escritorio con tapa abatible y cajones secretos, es una joya del mobiliario clásico europeo que también tuvo presencia en muchos hogares valencianos de época. Hoy, piezas heredadas o recuperadas encuentran nueva vida en interiores contemporáneos.
El Palacio del Marqués de Dos Aguas en Valencia de estilo rococó y neoclásico conserva su decoración original del siglo XIX

Con la llegada del barroco, a partir del siglo XVII, el diseño interior se volvió más exuberante y teatral. Las estancias se llenaron de retablos ornamentales, cornisas doradas, yeserías trabajadas, espejos de gran formato y una paleta cromática más rica, dominada por los tonos ocres, dorados, burdeos y azul marino. Las iglesias barrocas valencianas, como la de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir, denominada como la “Capilla Sixtina Valenciana”, presentan un claro ejemplo de la influencia que el estilo barroco tuvo sobre el interiorismo en Valencia. Por su parte, el Palacio del Marqués de Dos Aguas, con su fachada barroca que presenta ornamentación detallada y formas elegantes, se posiciona como un ejemplo más del impacto de este tipo de arquitectura en la ciudad.

Este legado estético ha perdurado hasta hoy y forma parte esencial de muchos proyectos de interiorismo en Valencia. que reinterpretan elementos de este pasado ornamental para crear ambientes que combinan historia y modernidad. Podemos encontrar en proyectos de interiorismo con molduras clásicas recuperadas, mobiliario de época, conviviendo con elementos decorativos contemporáneos, o incluso reproducciones artesanales de frescos  adaptados a contextos actuales. Esta tendencia de diálogo entre lo histórico y lo contemporáneo es especialmente valorada en el sector del interiorismo residencial de alta gama, así como en la rehabilitación de espacios comerciales con identidad patrimonial.

El nacimiento de Interiorismo como profesión 

Mientras el diseño de interiores seguía estrechamente ligado a la arquitectura y a los oficios artesanales, la llegada del siglo XX traería una revolución en el mundo del diseño que empezaba a vislumbrarse como una profesión. En este contexto destaca la figura de Elsie de Wolfe (1859–1950), considerada la primera interiorista profesional de la historia. Actriz de formación, pero diseñadora por vocación, de Wolfe fue pionera en ofrecer servicios de decoración con identidad propia, más allá del mobiliario o la arquitectura. Su mirada rompía con el estilo recargado barroco y victoriano y proponía interiores más ligeros y funcionales, sentando las bases del interiorismo moderno.

Su gran oportunidad llegó con el diseño del Colony Club de Nueva York en 1905, un club social femenino de élite. Allí introdujo tonos suaves, mobiliario de estilo francés, estampados florales, tejidos ligeros y una distribución pensada para el confort. Este proyecto supuso un antes y un después: demostró que el interiorismo podía transformar la experiencia de habitar un espacio. Publicó además The House in Good Taste (1913), uno de los primeros libros de referencia sobre decoración, donde defendía que los interiores debían elevar el espíritu y mejorar la calidad de vida.

Elsie de Wolfe no solo decoraba: ordenaba, armonizaba y humanizaba los espacios, anticipándose a conceptos que hoy consideramos fundamentales, como el bienestar emocional vinculado al entorno. Fue también una figura influyente en círculos sociales y artísticos, lo que le permitió posicionar el interiorismo como una profesión de prestigio, en un momento en el que apenas existían referentes femeninos en el ámbito del diseño.

Salón de té diseñado por Elsie de Wolfe en el Colony Club de Nueva York (1905), ejemplo pionero del interiorismo moderno. El espacio destaca por su luminosidad, el uso de mobiliario de estilo Luis XV, tapicerías claras, celosías geométricas, murales paisajísticos y una cuidada simetría que reflejan la elegancia y ligereza del estilo francés reinterpretado por De Wolfe.

La elegancia atemporal del estilo francés, popularizada por figuras como Elsie de Wolfe, ejerció una influencia notable en el desarrollo del interiorismo en España durante el siglo XX. Su preferencia por los colores claros, el mobiliario de inspiración Luis XV, los tejidos naturales y los espacios equilibrados fue adoptada progresivamente por decoradores españoles que buscaban alejarse del exceso ornamental heredado del historicismo decimonónico. En Valencia, esta sensibilidad también dejó huella: muchos interiores de vivienda señorial incorporaron espejos dorados, lámparas de araña, butacas tapizadas en tonos neutros y composiciones simétricas que evocaban el refinamiento parisino. Esta influencia continúa presente en proyectos contemporáneos, donde estudios como L.Y. Estudio reinterpretan ese espíritu clásico desde una mirada actual, combinando armonía, luz y serenidad con materiales nobles y soluciones funcionales.

Interiorismo Valenciano en el siglo XX

Del modernismo al diseño funcional

El modernismo valenciano surge como una corriente principalmente arquitectónica, aunque también se extiende a otras disciplinas como la pintura, la escultura, el diseño y las artes decorativas. Se desarrolla en diversas ciudades de la Comunidad Valenciana, en un periodo marcado por un notable crecimiento industrial, económico y urbano. En este contexto de fuerte crecimiento, el  modernismo valenciano surge entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, con la necesidad de edificar fuera de los terrenos de las murallas. 

Durante este periodo, el arquitecto Demetrio Ribes (1875–1921) fue una figura clave. Inaugurada en 1917, la Estación del Norte de Valencia es considerada la obra más representativa de su época modernista. La estación fusiona hierro, cerámica y vidrio con una ornamentación inspirada en la vegetación local y tecnología modernista vienesa. El uso de escudos cerámicos, mosaicos de fruta y forja vegetal en su interior demuestran cómo el modernismo definió también el interiorismo en Valencia desde muy temprano.

La influencia del modernismo se materializó también en la decoración doméstica y mobiliario: mosaicos, cerámica mural, cierres de hierro ornamentales y mobiliario con líneas curvas y detalles artesanales. Esta estética creó los cimientos de un diseño funcional con fuerte identidad local, fusionando arte decorativo con usos cotidianos en hogares y comercios.

A esta evolución estilística se sumó poco después una arquitectura más racional y funcional. Un ejemplo claro es la Finca Roja de Valencia, donde podemos encontrar el  Estudio de interiorismo de Laura Yerpes, proyectada por el arquitecto Enrique Viedma Vidal y construida entre 1929 y 1933. Este edificio residencial se aleja del lenguaje decorativo del modernismo para apostar por una estética más sobria, basada en el uso de ladrillo rojo visto, cerámica vidriada y formas geométricas. Aunque no comparte la ornamentación orgánica ni la carga simbólica del modernismo, la Finca Roja representa un cambio en la arquitectura residencial de la ciudad: una construcción sólida, estructurada y con mayor atención a la funcionalidad, la iluminación y la ventilación interior. Con 378 viviendas organizadas alrededor de patios interiores, se convirtió en un ejemplo temprano de edificación colectiva en Valencia durante el periodo de entreguerras.

La transformación del espacio interior tras la Guerra Civil

La Guerra Civil y la posguerra trajeron consigo una época de restricciones y un enfoque funcionalista. El estilo internacional y el racionalismo ganaron terreno, promoviendo espacios interiores más sobrios, prácticos y adaptados a nuevas necesidades urbanas. Se priorizaron materiales industriales como el ladrillo, el hormigón y el vidrio, con mobiliario estandarizado y eficientes soluciones espaciales.

La escasez de recursos y la urgencia por reconstruir marcaron un punto de inflexión en el diseño de interiores, donde la estética pasó a un segundo plano frente a la eficiencia. Los espacios reducidos, cocinas funcionales, armarios empotrados y muebles modulares comenzaron a definir una nueva lógica doméstica. Esta etapa dejó una huella visible en el interiorismo valenciano, que empezó a vincularse con conceptos como adaptabilidad, economía de medios y soluciones prácticas, influencias que hoy perviven en propuestas de interiorismo sostenible o viviendas urbanas de bajo impacto.

Evolución del interiorismo: de los 60 a los 80. Eclecticismo, colores vibrantes y búsqueda de identidad en los hogares

Años 60-70: llegada de influencias internacionales, el diseño como respuesta al desarrollo social

Durante las décadas de 1960 y 1970, el interiorismo valenciano vivió una transformación decisiva marcada por la apertura hacia corrientes internacionales. El diseño escandinavo —con su calidez natural, madera clara, líneas depuradas y enfoque funcional— empezó a aparecer en viviendas valencianas, combinando simplicidad y elegancia. A ello se sumó la fuerte influencia del diseño italiano de autor, caracterizado por la sofisticación formal, el trabajo en metal y vidrio, y la búsqueda de innovación estética. Marcas como Arflex, Zanotta o Cassina se introdujeron en tiendas de mobiliario de alta gama en Valencia, mientras que nombres como Marco Zanuso, Franco Albini o Cini Boeri inspiraban a una nueva generación de interioristas.

Profesionales locales comenzaron a aplicar estos lenguajes en proyectos contract —barcos, hoteles, clínicas— y en viviendas urbanas de nueva planta. Un ejemplo pionero fue la diseñadora Lola Castelló, formada en Valencia y luego en Europa, que al regresar en 1968 incorporó a sus obras la visión escandinava e italiana a través de piezas sobrias, soluciones modulares y un equilibrio entre funcionalidad y estética. Esta década marcó el nacimiento de un nuevo concepto de hogar en Valencia: más abierto, más práctico, menos decorado pero igual de cálido, que empezaba a dialogar con un estilo mediterráneo depurado y contemporáneo.

Años 80-90: eclecticismo, colores vibrantes y búsqueda de identidad en los hogares

Con la llegada de los años 80 y 90, los interiores valencianos dieron un giro hacia la expresividad y la libertad creativa. La cultura pop, el auge del arte urbano y la posmodernidad se reflejaron en una estética ecléctica y vibrante. Los hogares se convirtieron en lienzos personales donde convivían referencias al pasado y al presente: piezas recuperadas del modernismo o el art déco valenciano se combinaban con textiles étnicos, colores saturados, paredes con papel pintado, mobiliario en laca brillante o detalles de metal pulido.

El estilo retro empezó a valorarse como elemento nostálgico, rescatando muebles de los años 50 y 60. También el pop art, con su ironía y colorido, dejó huella en salones y dormitorios a través de cuadros, estampados gráficos y objetos decorativos. Incluso se dejaron ver influencias del movimiento Memphis de Ettore Sottsass: formas geométricas atrevidas, contrastes cromáticos, materiales plásticos. La idea de “mezclar sin miedo” dominaba las composiciones.

En este contexto, el interiorismo en Valencia abrazó una identidad híbrida: sin reglas estrictas, con un enfoque lúdico y emocional, que buscaba representar la personalidad del habitante más que una corriente decorativa concreta. Esta etapa fue clave para asentar el gusto por lo singular, lo personalizado y lo atrevido.

Edificio finca roja en valencia disseny week
Finca Roja de Valencia donde se ubica el estudio de interiorismo de Laura Yerpes. Lo que hace única a la Finca Roja es su capacidad de sintetizar el racionalismo funcionalista (líneas rectas, orden, proporción) con elementos decorativos heredados del neomudéjar y el modernismo tardío. Fotografía de Manuel Caparrós.
Vivienda de Valencia con estilo de interiorismo clásico contemporáneo, con claras influencias del estilo neoclásico. Decoración de Laura Yerpes Estudio de interiorismo Valencia.

Interiorismo Valenciano en el siglo XXI

El nuevo milenio: personalización, elegancia y tecnología

Consolidación del interiorismo como disciplina profesional

En el siglo XXI, el interiorismo en Valencia se ha consolidado como una profesión especializada, con una fuerte presencia de estudios que ofrecen servicios integrales que abarcan desde el diseño conceptual hasta la ejecución de obra y el acompañamiento personalizado del cliente. Esta evolución ha dado lugar a una nueva generación de interioristas que no solo trabajan con criterios estéticos, sino también técnicos, funcionales y sostenibles, respondiendo a las nuevas exigencias de habitabilidad, bienestar y eficiencia energética.

En este contexto, Laura Yerpes (L.Y.), nuestro estudio de interiorismo en Valencia, fundado en 2005, ha contribuido de manera decisiva al posicionamiento del interiorismo valenciano en el panorama nacional. Con más de 20 años de trayectoria, L.Y. Estudio se ha especializado en viviendas, clínicas, espacios comerciales y hostelería, siempre con una mirada sensible al entorno mediterráneo y al patrimonio arquitectónico local. Su enfoque se basa en crear espacios elegantes, cálidos y atemporales, combinando artesanía, diseño contemporáneo y una ejecución técnica impecable. Este compromiso con la excelencia ha sido reconocido con galardones como el Premio Nacional ESCALA de Interiorismo, que refuerza su papel como referente del interiorismo español actual.

Salón mediterráneo diseñado por Laura Yerpes Estudio, con mobiliario de líneas puras, textiles naturales y paleta neutra. Grandes ventanales conectan interior y exterior, potenciando la luz natural y el bienestar emocional. Interiorismo contemporáneo que fusiona funcionalidad, elegancia y esencia mediterránea.

La importancia de la luz natural, la eficiencia energética y los materiales sostenibles

El interiorismo en Valencia ha alcanzado una madurez profesional que combina técnica, sensibilidad y conocimiento histórico. Hoy, estudios especializados como L.Y. Estudio abordan proyectos de forma integral, con una clara apuesta por la funcionalidad, la personalización y el equilibrio entre tradición e innovación. El estilo mediterráneo sigue siendo una fuente de inspiración clave: luz natural, materiales nobles y conexión entre interior y exterior, reinterpretados con un lenguaje contemporáneo.

La eficiencia energética y la sostenibilidad marcan la nueva hoja de ruta del diseño. Se prioriza la entrada de luz natural, el uso de sistemas pasivos, la domótica y los materiales responsables como maderas certificadas, cerámicas de bajo impacto y fibras vegetales. Todo ello con un objetivo común: crear espacios duraderos, habitables y emocionalmente coherentes, que reflejen una forma de vivir más consciente y en sintonía con el entorno.

Salón contemporáneo con influencia mediterránea, donde la conexión interior-exterior, la luz natural y los tonos cálidos evocan los valores del interiorismo valenciano actual. El diseño refleja la evolución hacia espacios emocionales, funcionales y abiertos, con referencias sutiles al confort mediterráneo, la armonía de texturas y la importancia de los elementos naturales en la decoración.

Espacios abiertos, líneas puras y equilibrio entre estética y funcionalidad

El interiorismo contemporáneo en Valencia apuesta por espacios diáfanos y líneas limpias, a menudo con estética minimalista o mediterránea. Se diluyen los límites entre salón, cocina y terraza, potenciando conexiones visuales. Los revestimientos y mobiliario se seleccionan bajo criterios de confort emocional, estética y practicidad, armonizando además con tecnología de iluminación por capas, que combina luz natural, artificial y puntual según modo y uso de cada estancia.

Del legado al bienestar: diseñar con sentido

Este viaje a través de la historia del interiorismo en Valencia nos revela una constante: la búsqueda del equilibrio entre belleza, funcionalidad y emoción. Desde los patios andalusíes diseñados para el recogimiento, hasta el mobiliario burgués del siglo XIX, las influencias francesas, el diseño racionalista o el eclecticismo de los años 80, cada etapa ha dejado huella en la manera en que vivimos los espacios. Hoy, esa herencia se transforma en una nueva sensibilidad: la de crear interiores que no solo respondan a las necesidades prácticas y estéticas, sino también al bienestar emocional de quienes los habitan.

En el siglo XXI, el interiorismo valenciano más avanzado —y también nuestra filosofía en L.Y. Estudio— entiende que un espacio bien diseñado tiene la capacidad de reconfortar, activar, inspirar o sanar. Por eso hablamos de interiorismo emocional: una mirada que va más allá de las tendencias para centrarse en lo humano. Trabajamos la luz natural como fuente de vida, los materiales nobles como anclaje con la tierra, la tecnología como herramienta invisible y el arte como emoción visible. Diseñamos espacios para vivir mejor, porque la historia del interiorismo no es solo una cuestión de estilos: es una historia de cómo queremos sentirnos en el mundo. Y eso, hoy más que nunca, es el verdadero lujo.

“Un espacio debe ser un reflejo del alma.”
— Coco Chanel