Interiorismo Valenciano en el siglo XX
Del modernismo al diseño funcional
El modernismo valenciano surge como una corriente principalmente arquitectónica, aunque también se extiende a otras disciplinas como la pintura, la escultura, el diseño y las artes decorativas. Se desarrolla en diversas ciudades de la Comunidad Valenciana, en un periodo marcado por un notable crecimiento industrial, económico y urbano. En este contexto de fuerte crecimiento, el modernismo valenciano surge entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, con la necesidad de edificar fuera de los terrenos de las murallas.
Durante este periodo, el arquitecto Demetrio Ribes (1875–1921) fue una figura clave. Inaugurada en 1917, la Estación del Norte de Valencia es considerada la obra más representativa de su época modernista. La estación fusiona hierro, cerámica y vidrio con una ornamentación inspirada en la vegetación local y tecnología modernista vienesa. El uso de escudos cerámicos, mosaicos de fruta y forja vegetal en su interior demuestran cómo el modernismo definió también el interiorismo en Valencia desde muy temprano.
La influencia del modernismo se materializó también en la decoración doméstica y mobiliario: mosaicos, cerámica mural, cierres de hierro ornamentales y mobiliario con líneas curvas y detalles artesanales. Esta estética creó los cimientos de un diseño funcional con fuerte identidad local, fusionando arte decorativo con usos cotidianos en hogares y comercios.
A esta evolución estilística se sumó poco después una arquitectura más racional y funcional. Un ejemplo claro es la Finca Roja de Valencia, donde podemos encontrar el Estudio de interiorismo de Laura Yerpes, proyectada por el arquitecto Enrique Viedma Vidal y construida entre 1929 y 1933. Este edificio residencial se aleja del lenguaje decorativo del modernismo para apostar por una estética más sobria, basada en el uso de ladrillo rojo visto, cerámica vidriada y formas geométricas. Aunque no comparte la ornamentación orgánica ni la carga simbólica del modernismo, la Finca Roja representa un cambio en la arquitectura residencial de la ciudad: una construcción sólida, estructurada y con mayor atención a la funcionalidad, la iluminación y la ventilación interior. Con 378 viviendas organizadas alrededor de patios interiores, se convirtió en un ejemplo temprano de edificación colectiva en Valencia durante el periodo de entreguerras.
La transformación del espacio interior tras la Guerra Civil
La Guerra Civil y la posguerra trajeron consigo una época de restricciones y un enfoque funcionalista. El estilo internacional y el racionalismo ganaron terreno, promoviendo espacios interiores más sobrios, prácticos y adaptados a nuevas necesidades urbanas. Se priorizaron materiales industriales como el ladrillo, el hormigón y el vidrio, con mobiliario estandarizado y eficientes soluciones espaciales.
La escasez de recursos y la urgencia por reconstruir marcaron un punto de inflexión en el diseño de interiores, donde la estética pasó a un segundo plano frente a la eficiencia. Los espacios reducidos, cocinas funcionales, armarios empotrados y muebles modulares comenzaron a definir una nueva lógica doméstica. Esta etapa dejó una huella visible en el interiorismo valenciano, que empezó a vincularse con conceptos como adaptabilidad, economía de medios y soluciones prácticas, influencias que hoy perviven en propuestas de interiorismo sostenible o viviendas urbanas de bajo impacto.